Este viaje tan esperado y planeado, para conocer los lugares donde nacieron parte de la familia, por un lado Astigarraga, y mis dos abuelas Laguarda. Todo planeado por nosotros y escuchado los consejos de los que ya viajaron, como mi tío Pepe y mi prima Cristina, los que nos han dado mucho entusiasmo.
También he tenido mucho a mi padre de ejemplo en planear y ser meticuloso como era el, y se que hubiera disfrutado mucho toda esta experiencia desde el planeamiento a los viajes y las experiencias.
Ya en el último tramo de avión antes de llegar a Madrid, acomodándonos en los diminutos asientos, y ansiosos por llegar.
Ya comenzamos a escuchar los primeros acentos españoles.
Es una sensación diferente que ir a Uruguay esto no se parece a nada a aquellas sensaciones, y esta vez tantas personas nos han deseado un buen viaje, que nos gustaría poderles trasmitir la sensación.
Es como ir a casa, pero la otra casa, la que no conozco más que por sangre, la que yo arme como un rompecabezas, que todavía no se sí todos los pedazo encajan donde yo los puse. Pues no queda más que esperar y vivirlo.
Comenzaron las experiencias ya llegamos a Madrid y caminamos y caminamos hasta salir del Aeropuerto no sin antes informarnos de como iba hacer el regreso por ese gigante y si nos daría el tiempo para transbordo, luego la oficina de turismo eso fue como estar en Uruguay, ya que en el mapa no estaba la parada que nos correspondía, luego no estaba el hotel, en fin pero nos dieron mapas y eso me hacia feliz, espero no tener que pagar exceso de equipaje para la papelería como le paso a papa al regreso de Estado Unidos.
Nos indicaron que se compraba el boleto en una máquina y luego de muchos botones y ver que la información era escasa, el guardia no había sido muy colaborador de estos dos forasteros asustados.
Y la pérdida del tren fue por tomar el tren en el sentido contrario, todo muy cómico y Carlos se ve muy contento de poder preguntar veinte veces y que le entiendan es el mismo idioma ahora, también poder hacer unos chistecitos. Cuando vimos que la parada era Concha Espina supimos que íbamos en el sentido contrario.
Ya en la calle era todo como en Google, las veces que recorrí estas veredas anchas, como en Uruguay, solo que esta vez era real, imposible decirle a Carlos de tomar un taxi eso era fuera de toda posibilidad, pero me consolaba que yo ya lo había hecho con el Mouse y no era tanto, solo que ahora llevábamos las valijas acuestas. Antes de eso hicimos una parada en Carrefour, donde Carlos se compro una longaniza que nos duro tres días, y ese lugar seria nuestro mejor aliado en todo el viaje, no se puede decir que íbamos a pasar hambre.
Llegamos al hotel muy lindo, nos bañamos y salimos a recorrer, un bus desde la puerta del hotel nos llevaría hasta la puerta del sol, eso ya lo había consultado Carlos desde casa.
Recorrimos un poco solamente, es que el cansancio y el cambio de hora se hacían sentir.
Nos sentamos en un restaurante llamado Nebraska, donde comimos un sándwiches mixto, que resulto ser un sándwich caliente, algo riquísimo, eso nos dio fuerzas para seguir un poco más.
La gente muy linda vestida todos delgaditos muchas blusas de encaje.
Bueno de la arquitectura ni que decir lástima no conocer más de su historia.
Recorrimos un poco el centro con esos edificios tan lindos conservados, le contaba el camarero del restaurante a Carlos, que cada 4 años los inspeccionan para que se conserven en buen estado.
El palacio de Cibeles algo descomunal. Nos quedo mucho sin conocer una pena pero ahora viene Vitoria la cuna de mi bisabuelo Ramón.
Día dos rumbo a Vitoria-Gasteiz
El hotel estaba bien cerca de la parada de trenes Charmantin, para lo que tomamos un taxi, todo salía como había sido planeado, nos dio tiempo para tomar un café bien al mejor estilo Uruguay con un croissant por solo 2 € , nos sentamos un un mostrador, contemplando los cientos de pasajeros, mucha seguridad y inspectores que te asistían. Era una estación bien grande con muchos trenes de larga distancia. Pronto se llego la hora de embarcar por el anden o vía como acá le dicen, número 20 el vagón ocho que era el último, y pasamos por un detector de maletas y luego de mucho caminar y caminar.
El tren por dentro es de lujo, los asientos con mesa y para apoyar los pies mejores que el avión mil veces. Con un espacio para dejar las maletas.
La compañía es Alvia de Renfe, son recorridos de larga distancia, el nuestro es Madrid-Irún, y viaja a 250 kilómetros por hora.
Arranca el tren rumbo hacia Vitoria y nos encontramos con dos chicas argentinas gran casualidad. Ellas iban rumbo a San Sebastián, habían llegado a España a estudiar, y antes de comenzar las clases querían conocer la costa.
El paisaje es hermoso, los campos sembrados y los péquenos pueblitos, ahora estamos pasando por un largo túnel, a lo lejos se ve muchas elevaciones y grupos do casas bien chicos como que fuera una sola vivienda.
Hace mucho que no viajábamos en transporte público y esto es como futurista.
Seguimos ahora bajo otro túnel bien largó así que escuchamos música y pronto nos pasarán una película.
Primera parada Segovia donde vive Juanjo una lástima que no pudimos vernos, para la próxima.
Muchas plantaciones de diferentes alturas y colores desde los verdes claros a los marrones.
La nueva parada es Valladolid-Campos Grande. Son 9:09 con temperatura de 17 grados centígrados, esta información te la va dando el televisor, que te anuncia las paradas con bastante antelación.
Bajan y suben pasajeros, Carlos tiene cara de cansado. Arranca bien silenciosos.
Compramos un café expreso muy rico. Las muchachas argentinas toman mate y juegan a las cartas.
Ya se divisan montañas de nuevo, muchos plantíos, me pareció ver trigo, girasoles y manzanas, de tanto en cuanto se ven pueblos chicos con sus iglesias.
Papa no me perdonaría que no tengo un mapa a mano para ir viendo las paradas, pero vamos camino a Burgos-Rosa de Lima, son las 9:51hs y hay 18 c.
Conocí el baño muy lindo, pero en el vagón se huele a desinfectante que me recuerda los ómnibus de que van a Brasil .
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