La última etapa el tren de Valencia a Madrid
Ya a bordo del tren AVE desde la estación de Joaquín Sorolla de Valencia, hacia Puerta Atocha en Madrid. Hemos pasado unos días muy lindo con el amigo de Laura, de Uruguay, al cual aprecio mucho, y el recuerda mucho cuando iba a casa y mama dejaba lo que estaba haciendo para sentarse a conversar con el, eso me da una satisfacción saber que tocaron las vidas de mucha gente.
Valencia es una ciudad de unos 850.000 habitantes, que en su tiempo fue de mucho prestigio, pero esta luchando por renovar y mantener su edificios antiguos, como los más modernos.
Lo de mayor relieve es la ciudad de las Artes y las Ciencias, se inauguro en 1998. Esta situado en el viejo cauce del río Turia, cauce que se convirtió en jardines en 1980. Fue comenzado hace unos 20 años, con la casa de la ópera, que semeja a una ballena, luego siguió el que le llaman el ojo humano, aunque mal apodo ya que todos asemejan animales marinos. Son del arquitecto Calatrava, y edificados en lo que fue el río, y le han agregado otros edificios como el edificio de Oceanografía, algo admirable, todo esto está unido a un espacio verde paralelo, y un parque de deportes. Esto es la vida de la ciudad, ya que se hace conciertos, y muchos espectáculos, el palacio de la música.
También recorrimos el puerto hasta llegar a la playa Malvarrosa, esta zona está volviendo a lo que era antes, con un hotel al lado del otro, e infinidad de opciones para comer o simplemente un helado, según me cuenta Gerardo.
La parte viejo de la ciudad, no sé mucho los nombres de los edificios, ya que no parábamos de charlar con Gerardo, pero conocimos la Catedral hermosa, y otro impresionante fue el Mercado Central. En este lugar repleto de olores y sabores, compramos higos, la consabida mortadela, queso, azafrán, en fin si despacháramos el equipaje, me hubiera comprado unas cuantas cosas ricas.
Eso me recuerda que como saben a Carlos no hay quien lo haga callarse, y ayer de mañana Carlos se fue al mercado del barrio para reponerle a Gerardo lo que habíamos consumido, y demoraba y demoraba, cuando vino me contó que se puso a conversar con la cajera, y el guardia de seguridad, que enseguida lo identificó como uruguayo, pero lo tremendo es que el hombre estaba de servicio hasta que se dio cuenta que tenía que cuidar la tienda. También cuando regresábamos de la playa tomamos un bus, y lo primero que hizo era localizar a su interlocutor, y comenzar con el tema temperatura y humedad ambiental. Luego de unas pocas frases, un señor en otro asiento, se dio la vuelta y dijo yo también soy uruguayo, fue la sorpresa de todos, hacia 15 años que vino, era de Maldonado, de Piriapolis. En ese momento Gerardo que venía aislado como diciendo, yo no conozco a este hombre, por Carlos, se animó a la conversación, se puso a conversar con este señor mayor, que nos contó, trabajo 25 años en el hotel Argentino, que su abuelo fue español, y se pusieron a intercambiar identidades españolas, apellidos y emigración de sus familiares a Uruguay, ya que no sé si saben Gerardo es hijo de gallegos que tenía panadería en el barrio nuestro.
Pues el corto recorrido no dio para mucho diálogo, si Carlos le hizo notar al señor español que quedó como acorralado por estos cuatro uruguayos, que estaba en minoría, pero todo generaba más simpatía en aquel señor que nos comentó que no tenía apuro ya que nadie lo esperaba.
Estas son las mejores experiencias de un viaje, ver cómo generación tras generación no hemos dejado de movilizarnos, y que tenemos tanto en común con esta tierra, y con esta gente, por momentos no te das cuenta que estás en otro país. Gerardo nos cuenta que sus padres pasaron muchas penurias y discriminación, hacia el de joven en la escuela, se dedicaron a trabajar y trabajar, con el temor de volver a pasar necesidades, es una sensación fea la que genera la incertidumbre de no saber que será de ti en el futuro.
Bueno los dejo ya este tren va a 251 kilómetros por hora, están dando una película, y se escucha el bullicio de las conversaciones. La sigo desde Madrid.
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