Iglesia San Martin |
A pesar de la lluvia incesante, y un recorrido largo, entrábamos en el pueblo donde todo comenzó, veníamos conversando con una vecina, que su hija hace poco estuvo viajando dos meses, por América, nos conté un poco su vida y nosotros le dijimos nuestro cometido.
Al entrar en el pueblo enseguida después de la estación de servicio, supe que vendría la iglesia de San Martín, y enfrente el ayuntamiento. Después de despedirnos de la vecina y ella desearnos mucha suerte en las investigaciones, sacamos fotos bajo la llovizna que no paraba, cruzamos al ayuntamiento, unas calles que no sabes dónde termina la vereda, ya que es todo empedrado, y no hay veredas en muchos lados, las casas están como al borde de la calle. No se veía a nadie caminando, un poco por la hora y otra la lluvia, pero allá entramos al ayuntamiento, que tenía la puerta cerrada, y las luces apagadas, todo es para ahorrar luz, las luces se encienden cuando entras, es así en muchos lugares.
Las señoritas no tenían idea de lo que yo pretendía pero pronto supieron, al yo mostrarles que tenía todo anotado los documentos que quería, ahora era protocolo de identificarme, fotocopia de documento llene un formulario que me fueron traduciendo poco a poco, luego me llenaron al piso superior donde llego otra joven que sería la que me prendería la computadora y me mostraría como buscar lo que yo necesitaba, y así fue pronto entendí y busque lo que ya tenía referencia y mandaba a la impresora del piso inferior. Fue sólo unos minutos, no valía la pena intentar leer estos documentos tan antiguos, ya luego en casa los descifraría. Así que salí súper contenta a pagar y dirigirnos a la casa de la foto.
Caminamos bajo lluvia como 10 cuadras, claro no hay cuadras, es todo una sola calle, donde la vereda es sumamente angosta, no importaba no iba a desistir, y el pobre Carlos no se animaría a decirme que esto era una locura. Yo savia que en cuanto llegáramos a la ermita, vendría la escuela, y
unos cien metros más estaría la casa, escondida, solo se podía ver las hortensias, pero al fin apareció en la cuadra aquella que tantas veces recorrí con el dedo, estaba el cartel de parda del bus, igual como decía el mapa de Google.
Le sacamos varias fotos, hasta que una anciana se asomó a la puerta a ver quiénes eran los que sacaban tantas fotos, yo me acerque y intente explicarle, lo que nunca entendió, ella con 82 años nunca había conocido a ninguna Astigarraga, ella era Hernandarias y eran de Navarra. Pero sí reconoció el acento, me pregunto si era Argentina, que cuando la guerra se fue mucha gente de acá, me contaba mientras yo quería darle un beso, o entrar a ver la casa. Me dijo también que todo eso era la propiedad.
Ya otra misión cumplida, otro sueño más, mirar esas montañas e imaginarlos cruzando esas montañas para buscar otros rumbos, detrás de que sueño irían, cuanto sacrificio hicieron para que yo esté acá.
Mi próxima meta será que reconozcan el libro de Luis Astigarraga Ugarte, que no vi nada similar en los museos que visitamos, y creo que debería tener un lugar, debería ser reconocido.
Estoy feliz y sé que papa y mama estarían muy felices por esto ya que ellos me incentivaron a esta búsqueda
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